Columna Exclusivo para hombres, de Yazmín Alessandrini, 18 marzo 2009.
Muchos son los que presumen de vivir solos y ser independientes en todos los aspectos, pero pocos son a los que la soledad les viene ad hoc, al estilo de vida natural que ellos han experimentado por diferentes razones. Viajes largos, estudios en el extranjero, independencia precoz; vamos, cualquier factor que haga de la soledad algo cotidiano y necesario. Este segmento de hombres, tiene bien identificado su rol ante el juego de la subsistencia, ya que todos ellos saben cocinar, planchar, lavar y saben también cuándo, dónde y con quién deben delegar esas tareas y enfocarse a las prioridades del momento.
Pero... qué sucede cuando el varón se aparta del núcleo familiar paterno, para integrarse al espacio matrimonial, el cual no siempre es sembrado en tierra fértil, dando como resultado el moderno, pero improvisado hombre independiente, moderno por la proliferación de divorcios en los últimos tiempos, e improvisado dada su escasa en el rol hogareño, ya que para él se ha terminado ese mágico momento en el cual aparecían pulcramente planchadas las camisas que, sin pena, arrojó durante la semana al cesto de ropa sucia, y qué tal aquellos huevitos con jugo de naranja y aromático café, ahora sustituído por café solamente y en el mejor de los casos... hecho en cafetera. Esta vez la almohada se ha convertido en su mejor amiga y consejera, pero ¿cuánto tiempo aguantará este valiente muchacho sin los apapachos, caricias y hasta entrañables reclamaciones de una compañera? A menos que ya se encuentren a la venta las almohadas interactivas, con quienes podrá compartir lo acontecido durante el día y hasta podrá intercambiar los comentarios de una buena película.
Al final del día, bueno o malo, a quién le importa... porque sólo él sabe cómo le va en la feria, y es así como, poniendo los pies en la tierra, cae en la cuenta de que es absolutamente imposible vivir del todo en la soledad. Por la vida de estos hombres deambularán mujeres inteligentes, aburridas, hablantinas, bailadoras, cultas, adineradas, jóvenes, maduras, etc.
Pero al final de su día o su jornada, el tener toda esa colección de mujeres no llenan su vida y el espacio que podrían tener con una pareja, porque por muy egoísta que un hombre sea, necesita a alguien con quien compartir, no sexo, no noche de bar, ni otras locuras, necesita a esa mujer, que lo ame, lo entienda y lo escuche, le haga sentir otro tipo de emociones que ninguna de su larga pasarela le va a dar; por todo esto los hombres no se ven solos al final de su vida.
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